Descubriendo un antiguo pueblo
Interpretaciones contemporáneas del bienestar en la historia, las murallas medievales y la naturaleza.
Enclavado en el Valle de Orcia, entre las suaves colinas toscanas, Castiglioncello del Trinoro es un antiguo pueblo que revive en el mundo contemporáneo, y que sorprende por su conservación auténtica.
El paisaje circundante se caracteriza por la elegancia de la campiña toscana, el ideal estético del Bel Paese, donde la naturaleza y la arquitectura conviven en perfecta armonía desde hace siglos. Esta aldea es ahora un extenso hotel que acoge a sus huéspedes con refinada discreción en un entorno de sabor antiguo, entre las comodidades modernas y los recuerdos ancestrales.
La arquitectura perteneciente a la tradición rural ha sido completamente restaurada, transformándola en un lugar exclusivo, donde los colores, los materiales y los amplios espacios se comunican sin limitaciones de tiempo y uso.
El bienestar aquí pasa por las pequeñas cosas, todo se vuelve en un instante ayer, hoy y mañana. La gran terraza domina el panorama y los días están marcados por la emoción del amanecer y el atardecer. Los campos ondulados, los viñedos, el arte y la arquitectura abarcan la contemporaneidad, sugiriendo una vida hecha de tiempos lentos en los que cada uno de los cinco sentidos se encuentra con su propio ser.
La piedra viva, elegida para la recuperación de los interiores, se combina con madera de acabado rugoso y tejidos con las tramas típicas de Pienza. Los tenues matices del beige son el telón de fondo de la elección de los elementos de mobiliario que en la sencillez de las líneas encuentran su propia naturaleza de tradición y diseño.
A su alrededor, casas, campos, viñedos y jardines de encanto atemporal cuentan una historia de respeto por la naturaleza y de búsqueda de la belleza.
En la intimidad del pueblo se respira una atmósfera casi surrealista, la cultura del bienestar expresa todos sus matices. La antigua iglesia románica de Sant'Andrea, en el corazón de la aldea, domina la Val di Chiana hasta los Apeninos. La música barroca pervive en las calles medievales y el aroma de la típica focaccia toscana elaborada con aceite de oliva, acompañada de un vino de Montalcino con cuerpo, despierta el gusto y el olfato.
Todo se transforma en una increíble aventura humana en la que el presente y el pasado están en continuidad para crear una contemporaneidad que vive en la tradición, el arte y la naturaleza.