La aparente modestia de Patrick Norguet oculta en realidad un alma que busca siempre la perfección, los detalles y los objetos bien hechos. En los últimos 12 años, este diseñador se ha impuesto en el panorama internacional siguiendo una trayectoria atípica, bajo el signo de la precisión, la determinación y la discreción.
Su enfoque con respecto a los objetos nace de un contacto con el mundo industrial que tuvo lugar incluso antes de iniciar sus estudios de diseño en París (ESDI), y no ha perdido un ápice de esa relación privilegiada que mantiene, tanto con los utensilios que utiliza en su producción, como con la belleza de las formas. No hay margen para la expresión autorreferente del superyo, los conceptos etéreos y el clamor mediático. Heredero de Roger Tallon, Castiglioni y, más recientemente, Alberto Meda, Patrick Norguet se considera un diseñador industrial.
Es radical en la búsqueda de la pureza, poético en la sensibilidad hacia los productos y meticuloso en su sentido de los detalles.
Con él no existen la teorización de la práctica del diseño, el deseo de subvertir las normas del buen gusto, la búsqueda de arquetipos arbitrarios y nuevas tipologías carentes de fundamento, así como tampoco tiene cabida la aspiración al exceso y a lo superfluo por una mera cuestión de principios.
Más allá de la búsqueda de la línea ideal y de la elegancia en la belleza de las formas, Patrick Norguet prioriza a las fábricas, los talleres, los materiales y a aquellos artesanos que las hacen posibles, adora descifrar las técnicas y los procesos y demuestra una pasión innata por la innovación. En todos sus nuevos proyectos adopta un enfoque empírico y prefiere responder a las expectativas de la empresa a limitarse a obedecer los imperativos de la comunicación contemporánea. Esta estructura mental está en consonancia con la de sus creaciones, que a él le encanta imaginar diseccionadas pieza a pieza, como una foto de Guido Mocafico. Su gusto por la belleza del componente mecánico, el ensamblaje y la funcionalidad, y su rechazo a los ornamentos (salvo en raras excepciones) a veces nos hacen pensar que Norguet ha decidido hacer suyos los principios formulados hace un siglo por Adolf Loos. No obstante, sus genes estéticos son más nórdicos que austriacos, mientras que su carácter es indiscutiblemente francés.
Gracias a su sentido del color, al equilibrio formal y a la elegante pureza, sumados a su carácter y a la búsqueda constante del confort, su obra refleja a la perfección los cánones del diseño nórdico. Por este motivo, no sorprende que el diseñador desarrolle creaciones con la marca sueca Offecct o que haya recogido con gracia el testigo de Pierre Paulin en la marca holandesa Artifort. Pero es sobre todo a Italia al país al que le debe su éxito. En primer lugar, gracias a Giulio Cappellini, que le catapultó al centro de la opinión pública en 1999, con la creación de su clásico atemporal, la silla Rainbow, introducida en la colección permanente del MoMA y, en segundo lugar, a Glas Italia, Poltrona Frau, Flaminia, Lapalma, Lea Ceramiche y también a Alias y Cassina, que percibieron en el diseñador un talento auténtico capaz de imaginar productos de calidad que sean comerciales y duraderos al mismo tiempo. Insinuándose de forma voluptuosa en el ADN de los fabricantes de productos de diseño, este maestro de la experimentación estética está acostumbrado a extrapolar y reescribir la identidad de cada marca, sentando las bases de la innovación. Su experiencia profesional no es ajena a este hecho. Con el éxito cosechado en la «escuela de Vuitton», el diseñador aprendió desde una edad muy temprana a descodificar las marcas, concibiendo escenografías para Dior, Guerlain y Lanvin, y dando vida a una compleja arquitectura de interiores para Lancel. Ya en el umbral de los 43 años, Patrick Norguet es un protagonista indiscutible, aunque discreto, del panorama italiano. Atípico en cierto sentido, no se presta al ejercicio de la libertad de expresión en las galerías; al contrario, disfruta con los límites que coartan la creación en las oficinas de la alta dirección, o con los espacios para la restauración de los restaurantes McDonald. Su predilección por las formas suaves y discretas y la búsqueda constante de la forma y el color perfectos son algunos de los puntos fuertes que le hacen inmortal y, al mismo tiempo, le sitúan siempre en la cresta de la ola de la escena francesa.